Día de entreno en la Sierra de Cazorla, carrera de unos 35 kilómetros por pleno parque natural, varias horas de preparación para lo que nos iba acontecer en casa de nuestro amigo Juan de Las Peñas. En esta ocasión yo fuí el guía para mi amigo Ruben, a quien no iba a defraudar el lugar donde nuestro estómago íbamos a llenar.
Se trata de, mas que un restaurante, un hogar, donde Juan, que es magnífico anfitrión, trata como antiguos reyes a quienes en sus platos ahogan el hambre. Es un lugar peculiar, no podía ser menos si su dueño dista mucho de lo convencional, la piedra que rodea sus paredes refleja la dureza con la que afrontan en aquellas tierras el duro invierno, chimeneas y fuego alimentan el apetito del frío que una vez calmado deja disfrutar a nuestro cuerpo.
Antes de seguir, una seria advertencia, si a este lugar has venido a sorprenderte, deja las prisas o vete.
Que no te engañe la soledad de su salón pues no es la publicidad la que alimenta su negocio, ni un gran neón en su puerta, sino el sabor de sus platos y la sinceridad de sus charlas.
Para empezar y calmar esa sed que arrastrábamos desde hace horas, nuestras manos se aferran a esos vasos congelados llenos de ese frío brebaje llamado cerveza, mientras tanto, y sintiendo el primer trago helado bajando por nuestra garganta, Juan nos invita a probar unas deliciosas alcachofas en salsa, un gamo con salsa de trufa y setas además de un buen chorizo de jabalí con un ligero pero irresistible sabor picante.
Tras esto Juan, que nos ve ciegos de hambre, dice -“no preocuparse que tras esto si el hambre sigue podremos ir probando mas cosillas”-.
Mientras los fogones ponen a punto nuestras viandas, una tapilla de jamón y lomo de ciervo van preparando nuestro estómago.
Si, en este lugar la carne de caza o monte está a la orden del día y es por lo que muchos de nosotros acudimos ávidos de sus propiedades.
Llega el chorizo, que como ya he mencionado pica pero a la vez te invita a no parar de comerlo, además ese picor es leve ayudado de mi amiga la cerveza, delicioso plato, que se queda corto si nos cegamos, pero llegan las alcachofas en cuenco de barro chisporroteando y dejando en la mesa un agradable olor, cuando las pruebas dudas que unas alcachofas puedan estar tan buenas, por supuesto, tanto para este plato como para todos, en la mesa no falta el pan de pueblo, listo para ser pellizqueado y embadurnado en las diferentes salsas y aceites.
Mientras degustamos estos manjares y no paramos de decirnos -“la virgen como esta esto”-, llega el gamo igualmente en cuenco de barro invitando a ser comido, manos a la obra Ruben, -“esto hay que repetirlo”-, -“como esta”-, -“ummmm”- , son tan solo algunas de las frases que articulábamos.
Acabamos y mi amigo Ruben y yo nos miramos, llamamos a Juan, a quien pedimos que nos aconseje algo más, no ya por hambre sino por gula, quien nos prepara un jabato al horno digno de mesas ducales, tras apurar hasta lo más mínimo, desistimos de ingerir sólido alguno más, ni tan siquiera postre. Sin embargo pedimos a Juan la muy famosa “Sangre Guerrera”, un licor que el mismo hace con diferentes hierbas de la sierra, en esta ocasión nos vamos con las ganas ya que no lo tenía preparado, necesita su tiempo y su fermentación, no hay mal que por bien no venga, pues esta es una de otras muchas excusas que nos invitaran otra vez a pasarnos por la casa de nuestro amigo Juan de las Peñas.
Recomendado por Juan Blanca.
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